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sábado, 19 de marzo de 2011

Nieves García - Lo mejor comienza a los cuarenta



Cuando llegas a los 40, la gente ya no te considera hipocondríaco, porque ahora sí estás enfermo; tus articulaciones pronostican el tiempo mejor que los meteorólogos, tu seguro de gastos médicos empieza a resultar rentable, estar solo empieza a ser una bendición y no un trauma… Pero hay algo más: a lo cuarenta comprendemos que ser felices es algo que depende de nosotros y no del ambiente.

¿Qué nos hace realmente felices a los seres humanos? Pocas cosas: ser amados y poder amar a otros, ser idénticos con nosotros mismos y tener ideales que alcanzar en la vida. Pocas cosas pero muy cotizadas en nuestra sociedad, quizás por su ausencia. La ventaja es que están a la mano de todos, y no dependen de la suerte que se tiene, dependen de nosotros mismos.
A los 40, (quien llega, porque ya muchos se han quedado en el camino) se han aprendido bastantes cosas, que si se ponen en práctica nos facilitan el llegar a ser muy, pero que muy felices.

Algunas de las lecciones que nos dan los 40 pudieran ser:
Se ha aprendido que el amor no es lo mismo que el sexo, y que es más plenificante una relación de profunda amistad con alguien del otro sexo, donde se comparten gustos, ideales, proyectos de vida, que cuando el centro de la relación estaba en la relación física. Ahora ya se sabe, quizás después de algunos fracasos, que el amor es donación y que el amor duele. El tiempo de los amores de color de rosa, ya pasó y se valora más la ayuda desinteresada que damos o recibimos, que el ramo de flores, (aunque este también se agradece, y más si te lo regalan a los 40)

Se sabe que el desgaste de los años pasan factura al cuerpo y que uno no es omnipotente. Ya no se puede todo lo que uno quiere hacer, y ello nos enseña a ser más humildes, y no infravalorar a los otros, porque no tienen la energía que nosotros tenemos.
Ya no se cree con tanta facilidad los halagos que nos hacen, y la visión que uno tiene de sí mismo es más objetiva, independientemente de lo que digan de nosotros. Nos miramos al espejo con más sinceridad. Nuestra conciencia, si ha “funcionado” bien, ya nos ha enseñado que a ratos somos Dr. Jekins y a ratos Mr Hide. Posiblemente hemos tenido la experiencia de tener que pedir perdón. Y si no lo hemos hecho, es que tenemos serios problemas.
A partir de esta edad, elegimos a los amigos con más realismo y nos importan menos las críticas que hacen a nuestra persona. Ello nos hace más libres, para ser más nosotros mismos y ya no ajustamos nuestra conducta a las expectativas del otro, para recibir su aprobación. A nuestro lado, quedan pocos de los amigos de la juventud, pero son los fieles. Tampoco se necesitan mucho más. Ya sabemos distinguir entre el amigo y el conocido de mucho tiempo.
Además como se ha ido alargando la edad media de vida, si no acontece “un accidente”, posiblemente estemos a la mitad de nuestra historia. ¡Que buen momento para aprender del pasado y retar al futuro! De niños no teníamos claro que era vivir. Ahora ya lo sabemos y podemos decidir mejor cómo hacerlo. Incluso es hora de pensar en estudios, de buscar trabajos o de ayudar a otros aprovechar mejor el tiempo de su vida. Tenemos por delante…la mitad de la existencia, y somos más conscientes.

Posiblemente a los 40, se ve la vida con menos romanticismo, pero si la amargura no ha hecho mella en el corazón, todavía es tiempo de idealismo, y lo más importante, es hora de hacer real estos sueños, porque aún hay vida y se sabe mejor cuál es el camino. A lo 40 los sueños pueden empezar a dejar de serlo.

Si creemos que lo mejor comienza a los 40, posiblemente será verdad. Un autor comentaba: “Estamos vivos y es lo único que necesitamos para empezar.” ¿Por qué no hacerlo hoy?

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