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jueves, 14 de febrero de 2013

CARTA XVIII - Febrero 14





Amada, hoy es 14. Día de los enamorados... los comerciantes agregaron “y de la amistad” para aprovechar a los pobres indecisos que con una ofrenda “inocente” justifican el amor desesperado, pero quizás no correspondido. No los envidio y siento pena por ellos, porque alguna vez transité ese camino, lleno de zarzas y espinas, de piedras puntiagudas y cortantes, donde solo el vaho de la noche calma, cuando las lágrimas florecen y se pierden en la oscuridad. Nada mejor que una amistad para disfrazar la pasión... Pero hoy, 14 del segundo mes del año en que te amo, no disfrazo mi amor por ti. Porque es cierto, mi señora, no necesito días especiales para quererla, para amarla como se merece. No está hoy a mi lado... ¡Miento! ¡Claro que lo está! Porque cada rincón de mi pensamiento es suyo, porque no existen segundos que no vayan adornados con su nombre, ese que devora mis angustias cuando la sé distante... en ocasiones, le confieso, siento celos de los clérigos que oyen sus confesiones y se sienten con poder para absolverla. ¡De nada tienen que perdonarla! Usted no ha pecado nunca, usted sólo ama y ese es mandamiento del Todopoderoso. Yo, es cierto, más que su prójimo, soy ese que la ama y que deshoja las margaritas de su piel para culminar en “me ama”, porque no puede ser de otra manera.

Hoy es 14, prima. Día en que celebramos nuestra unión, día en que los ángeles permitieron que nuestros cuerpos se acercarán y se calcinaran de pasión. Día en que supe que era usted la mujer destinada. De un manotón ahuyentó los fantasmas, cortó los tallos que me aprisionaban. Ese día, amada, lo repito a cada instante. Todos mis días son suyos, porque en cada instante la celebro, porque es un acontecimiento el quererla como la quiero, porque las rosas palidecen cuando saben del perfume que exhala su cuerpo. ¡Dios! ¡Debo agradecer tu infinita bondad!... jamás pensé que ante la cercanía de la húmeda tierra pudiese yo, vil mortal, disfrutar de la dicha del amor... ese que no se acaba porque crece a cada instante... Pero, prima, no debemos ser egoístas  para no contrariar los acontecimientos y ver felices a aquellos que hacen de la tradición Ley... ¡Feliz día, amada! ¡Feliz día!


Siempre suyo

Hércules Savinien de Cyrano
Caballero de Bergerac


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